Durante los últimos años, la comunidad científica y los medios de comunicación nos han advertido sobre las consecuencias negativas que traerá consigo el cambio climático en nuestro planeta. Sin embargo, ante la poca concientización y la falta de acciones para prevenirlo, (aunado a una pandemia mundial), la atención sobre la crisis climática se movió a un segundo plano, dejando de lado la difusión e importancia de esta problemática.
Durante el año 2020, el planeta tomó un pequeño respiro de las emisiones a la atmósfera por la pausa de actividades industriales ante el aumento de casos de Covid-19. Desafortunadamente, este descanso solo duró un par de meses, ya que con la reactivación de las actividades, las emisiones han registrado altos niveles de contaminación superiores a los previstos este 2022.
En las últimas semanas científicos de todas partes del mundo se han reunido en diferentes ciudades para manifestarse y exigir a los gobiernos tomar acciones para combatir el cambio climático. La llamada Rebelión Científica enfatiza que queda poco tiempo para cambiar nuestro panorama y que los gobiernos ignoran completamente la gravedad de esta situación sin tomar medidas urgentes.
El fundamento principal de los científicos es la publicación del Sexto Informe de Evaluación por parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en el cual se realiza una evaluación de los impactos del cambio climático en las ciudades. Dicho reporte ha estado en elaboración desde el 2016 y enfatiza la necesidad de estrategias de política pública para limitar el aumento de 1.5 °C la temperatura global.
¿Qué podría pasar?
Nuestro planeta es un biosfera que está conformada por diferentes ecosistemas que se relacionan entre sí. Cada uno tiene características químicas, físicas y biológicas que hacen posible la vida en la tierra. Si llegáramos a alterar la temperatura idónea de cada uno, cambiaríamos completamente su hábitat y podríamos acabar con la existencia de muchas especies.
Con el aumento de la temperatura global, los glaciares seguirán derritiéndose a grandes pasos y el nivel del mar aumentará. Esto abre paso a tormentas y huracanes más desastrosos que desencadenarían un gran número de inundaciones.
Cabe resaltar que las temporadas de sequía pueden ser más prolongadas y el acceso al agua sería cada vez más complicado, desfavoreciendo su uso doméstico y agrícola.
En México, ¿En qué situación estamos?
En septiembre del año pasado, el Presidente Andrés Manuel López Obrador presentó ante la Cámara de Diputados una iniciativa de Reforma Eléctrica para conceder el poder mayoritario de la energía a la Comisión Federal de Electricidad con el 54%. En dicha iniciativa, la CFE sería la encargada de suministrar la electricidad, en su mayor parte, a través de la quema de combustóleo .
Después de meses de debate que culminaron en una extensa y ardua sesión, la Cámara de Diputados decidió no implementar la Reforma al no contar con los votos mínimos necesarios para su aprobación.
Entre las razones principales de los diputados era el incumplimiento de los Tratados Internacionales en materia ambiental y el no ejercicio de la libre competencia. Cabe destacar que la generación de energía a través de combustibles fósiles genera altos niveles de contaminación atmosférica y propicia el aumento del calentamiento global.
Por otro lado, el estrés hídrico se ha hecho presente en la mayor parte del país, sobre todo en la parte norte donde ciudades como Monterrey se han declarado en temporada de sequía, dejando a la mayoría de la población sin agua para abastecerse.
¿Qué podemos hacer?
Ante el panorama nacional e internacional la situación, nos corresponde como ciudadanos concientizar acerca de nuestro impacto en la tierra, ser más empáticos con los seres vivos y el uso de los recursos naturales. Además, podemos difundir la voz en diferentes medios para que más personas puedan unirse a la causa.
El llamado de los científicos mediante la rebelión es una prueba alarmante de que su voz no está siendo escuchada y que se tienen que tomar medidas en todos los niveles de la sociedad.
A nivel gubernamental, debemos exigir y procurar que las autoridades sean responsables con el medio ambiente y operen mediante modelos económicos sustentables, utilicen instrumentos de política pública ambiental y prioricen la disminución del dióxido de carbono en la atmósfera a través del uso de energías limpias y baratas.
A manera individual, podemos tomar acciones de consumo más sustentables como reducir nuestros desechos, reutilizar, usar medios de transporte masivos o andar en bicicleta. Y, por supuesto, procurar que nuestro uso de energía provenga de una fuente renovable, como los paneles solares.